Restaurante Masia Vilallonga

No suelo puntuar nunca o casi nunca con la máxima puntuación en una escala de puntuaciones, ya que siempre puede quedar un cierto margen a la mejora, pero debo decir que nuestra comida familiar de Sant Esteve ha sido de «10». La exquisitez de los entrantes, tres pequeñas porciones elaboradísimas, a cuál más sabrosa; un meloso de cordero, una croqueta de gamba y un Foi micuit, ya anunciaban que lo que quedaba por venir sería sublime. El número de comensales nos permitió probar todos los platos del menú de Sant Esteve. Así pues, dieron paso a unos primeros exquisitos, tanto el tartar de atún salvaje, como los canalones.
Unas raciones generosas con un pan pecaminoso dónde los haya, parecían augurar un pequeño problema con la llegada de los principales, solomillo, cochinillo y bacalao… ¿Pequeño problema? No tuvimos problema alguno con finiquitar religiosamente los principales. Fue en los postres, mouse de chocolate, Carro Cake y helado de turrón, dónde algunos los comensales flaquearon y tuvimos que ayudarlos, desinteresadamente. Vinos, blanco y negro, cava, agua, cerveza y cafés completaron una comida de «10». La recepción de Carlos, como siempre cercana y agradable, la cocina haciendo magia con los platos del menú de Sant Esteve, el servicio correctísimo y eficaz, y Lina dirigiendo, como si de una orquesta se tratara, una pieza filarmónica.
Gracias, una gran experiencia, y un placer para los sentidos.